El asesinato de Eduardo Puelles, funcionario de un Estado democrático, por ETA es un crimen que nos llena de dolor, de rabia y de impotencia. Cualquier muerte cometida con premeditación convierte a su autor en un asesino, pero, además, cuando se aducen motivos políticos los convierten en asesinos fascistas. ¿Qué tipo de sociedad quieren construir estos nuevos inquisidores que se creen con el derecho de decidir sobre la vida o la muerte de las personas, que señalan, juzgan y ejecutan tan sólo por motivos publicitarios? Para estos fascistas del siglo XXI la vida no es un fin en si mismo sino tan sólo un medio para sus enloquecidos objetivos. La muerte es, en su paranoia, un ladrillo para un construir una gran cárcel no una gran nación. La autonomía colectiva sólo puede sustentarse y engrandecer la autonomía personal y ésta tiene como primer requisito el derecho inalienable a la vida y a la libertad.
Sirvan estas apresuradas líneas para rendir homenaje póstumo a Eduardo Puelles y expresar nuestro dolor y solidaridad con su familia, sus amigos, sus compañeros y con todas las personas que defienden la vida y la libertad.
Rafa Rodríguez.
Rafa Rodríguez.
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